viernes, 29 de abril de 2016

No hay sexto malo... o sí?

Como indica el título de la entrada y a modo de argot tauríno, hay sexto malo?? En esta ocasión, sí. El domingo 17 de abril tocó correr en la carrera Garganta de los Infiernos, en Jerte, para mí, la mejor que he corrido desde que hace seis años la conociese. La verdad que le tengo mucho cariño a esta prueba, quizás sea por que he visto y sufrido en mis carnes la evolución que ha tenido desde que allá en 2011 se celebrase su primera edición con una distancia, desnivel y dureza que poco o nada se asemejan a lo que hemos vivido en las dos últimas ediciones. También se ha ganado en belleza y disfrute por parte de los corredores, al menos por mi parte.

Este año año la organización tuvo un detalle con aquellos corredores que habíamos corrido y acabado las cinco ediciones anteriores, a los que invitó a correr la prueba sin necesidad de tener que hacer la inscripción. Fue un bonito gesto que los que hemos tenido ocasión de ver nacer y crecer esta prueba agradecimos.
Esa mañana partimos para Jerte a las 7:30 Jose, Jose "totino" y yo, y en otro coche Norberto, Chepe y Roberto. La verdad que el día amaneció con una climatología idónea para correr, la incógnita era saber cómo estaría el terreno después de las grandes lluvias que habían caído los días previos y que hicieron que dos días antes la organización se viese obliga a utilizar el recorrido alternativo, modificando un pequeño tramo, ya que era muy peligroso tal y como estaba todo de agua y lo crecido que bajaba el río.

Llegamos, aparcamos y recogimos dorsales, y ya empiezo a notar porqué este "sexto" o mas bien sexta edición no sería muy propicia para mí. No noto esa alegría o ligereza que suele tener el cuerpo el día de una carrera, pero pienso que a lo mejor ha sido el desayunar algo rápido y que con el paso del tiempo se pasaría... Nos cambiamos y preparamos y nos dirigimos a la salida. Los días antes ya nos avisaron que sería obligatorio el uso de cortavientos, al menos el llevarlo, ya sea puesto o no, así que decido llevar la mochila en carrera y así evitar también posibles pájaras (aún recuerdo el martillazo que me dio el tío del mazo en el Portillo...). Pasamos por el control de dorsales y entramos al corralito de salida para unos minutos después emprender la carrera.

Los primeros metros son por las calles de Jerte, saliendo en dirección al puente que cruza el río al lado del pabellón. Por aquí aún vamos con los ánimos y bromas típicas de inicio de carrera y con el cuerpo algo frío ya que el terreno es favorable, hasta que cruzamos el puente y ya empieza a empinarse el tema (el suelo, mal pensados). Se estrecha el camino cementado y en pocos minutos lo dejamos para tomar un camino que aumenta la pendiente, este año cementado unos metros más que hace que sea relativamente mas llevadero que años anteriores. Por aquí Chepe y Roberto ya han puesto tierra de por medio y hasta meta no les veremos el pelo, Norberto y yo a nuestro paso, y por detrás Jose con Félix. Lo te Jose "totino" ya es otra historia, el tio va pegándose con los de cabeza... El primer tramo hasta los Pilones lo conozco bien de años anteriores y de las veces que he ido andando hasta allí desde el centro de interpretación, pero ya se me empieza a atragantar y veo como Norberto se aleja y marcha hacia adelante, intuyo que tocará sufrir mas de lo esperado.
Llego al primer avituallamiento y un grupo numeroso de senderistas nos anima con aplausos y gritos de ánimos, que se agradece la verdad. Ahora toca bajar un poco hasta los Pilones, al llegar allí me paro en mitad del puente y me quedo unos segundos mirando, y sobre todo escuchando, la gran cantidad de agua que baja, el color azul celeste y blanco del agua al bajar por las rocas, ese estruendo que casi impide escuchar a la persona que tienes al lado... impresionante la verdad. Continuo bordeando los Pilones y subo hasta el sendero que unos metros mas arriba por la ladera nos llevará en paralelo al río hasta el puente del Sacristán, donde empezaremos a sufrir de verdad, subiendo por una vereda por la cuál adelantar es mas complicado que en el circuito de Mónaco. No es demasiado larga la subida, sobre 1 km, y al final encontramos el segundo avituallamiento, donde me encuentro a Jose, uno de los organizadores de la prueba, me pregunta que tal voy, le digo que mal, me anima y me comenta cómo es el tramo que viene ahora "baja y sube continúo", una subida larga y luego otra más larga... y luego ya "pa bajo" hasta meta (esta frase si te la dicen en carreras de montaña, no te la creas, siempre hay al menos una subida más). Pues nada, a bajar por un sendero muy bonito entre castaños y algunos troncos caídos en mitad del camino que había que saltar o pasar por debajo. Zona en la que fui acompañado con una chica y a parte de nuestras pisadas solo se escuchaban los pájaros y el ruido de algún arroyo a lo lejos.

El encanto de poder correr por estos parajes es incomparable con cualquier carrera de asfalto, el volver a los orígenes, el aire puro, la vida salvaje, el agua... mires donde mires puedes ver la vida en todas sus formas, con sus caprichosas formaciones y elegantes portes... pero claro, donde se ponga un buen asfalto rugoso y duro, esos bordillos tan prominentes, las fachadas tan lustrosas de ladrillo y cemento o ese aire tan pesado y lleno de partículas ricas en vete a saber qué, que se quite lo demás.
Comienzo otra nueva subida, la hago bien, parece que poco a poco me recupero algo y voy alcanzando a algunos corredores que me habían adelantado en la zona de los Pilones. Volvemos a bajar por una pista y enlazamos rápidamente con un sendero que nos vuelve a poner la carrera cuesta arriba, una subida bastante larga comparada con las anteriores. A mitad tenemos el tercer avituallamiento, sobre el km 14,5, donde llegamos un grupito de unos cinco corredores, los cuáles reiniciamos la marcha a cuentagotas, cada uno reponiendo fuerzas para afrontar el kilómetro y pico que nos queda aún de subida hasta Peña Caldera. A mitad de subida, en un pequeño tramo de bajada, resbalo y caigo al barro, metiendo le brazo hasta el codo, por suerte había un arroyo cerca que me sirvió de lavabo improvisado. Al fin llego arriba y ahora a bajar todo lo subido, con cuidado en las zonas de piedras, ya que las zapatillas que llevo no son las idóneas para bajar por zonas húmedas y pedregosas, innumerables los resbalones que me hicieron dar.
La bajada es continua, y desde el cuarto avituallamiento en el km 19 la hago con un chico de El Barco de Ávila, que también corrió unas semanas atrás en Tres Valles, pero que al igual que a mí, no tenía el día de cara hoy. En el quinto avituallamiento nos animan y nos dicen que ya sólo queda una última subida de unos 600m y de allí a meta unos 3 km de bajada. Al fin vemos el pueblo al fondo, encaramos la pista cementada que tomamos en el inicio, cruzamos el puente y empezamos la subida a la plaza, donde la gente nos anima. La sorpresa fue al enfilar la meta, que me encuentro con Jose animándome, su rodilla no le dejó pasar mas allá del km 18 y tuvo que abandonar.

Al final la acabé, con mas sufrimiento que disfrute, pero contento por poder acabarla, por poder acabar una vez mas esta preciosa carrera a la que si no hay inconvenientes, volveré año tras año.
Felicitar a la organización que año tras año dan un giro de tuerca para sorprendernos tanto por sus paisajes como por su dureza y organización. Felicitar al pueblo de Jerte por involucrarse de esa manera antes y durante la prueba (supongo que después también, eso ya no lo vi), por ese avituallamiento después de la carrera, que parecía mas bien un buffet!!

Hasta la VII Carrera por montaña Garganta de los Infiernos!!